domingo, agosto 30, 2009

Pesadilla I


He desafinado el día entero incluso antes de despertar. El sueño fue pesadilla donde me vi dormida, como hago tantas veces, en la sala. Me despertaba el galope de un caballo recorriendo los alrededores de la casa, apenas divisaba su sombra de donde surgían ondulaciones que, supongo, correspondían al espeso pelaje. Abrí la ventana para admirarlo sin vidrios intermediarios y el animal acomodó su cabeza entre las rejas. Lo acaricié. A tiempo contacto fue deformándose, mudando la piel negra por costras y uñas que herían y nacían de su cuerpo. Mis manos saltaron asustadas y aún no poseía conciencia entera del miedo que había de embriagarme, cuando la bestia ya se hallaba derrumbada dentro de la sala, sangraba, ocupando entera mi imaginación.


Asustada corrí al cuarto, fui hacia la bolsa de mano que ocupo a diario buscando un “no sé qué”, quizá algún instrumento bélico o religioso que me protegiese, y al introducirme, al bolsillo, cuán estupefacta me quedé: había pelaje oscuro, carnes purulentas llenando el espacio, el pelo se enredó entre mis dedos causándome comezón y náuseas mientras una rata chillante que, también allí habitaba, me mordía desesperada, como si tuviera años encerrada sin probar alimento. Yo, pensando que debía sacarme no lo hice.


Cuando reaccioné estaba mutilada, regresé a la sala en un solo paso y el caballo era ya cueva de moscas, gusanos y garrapatas gigantes. Escuché llantos y el vidrio de la puerta principal lucía recortado por una silueta con formas animalescas, gemía en dos patas. Salí y la invité a entrar de un jalón, adentro la abracé y fue convirtiéndose en mujer. Justo allí desperté a grito. Estaba en la sala, recostada, con una fuerte sensación de ausencia.


*La del archipiélago asesino y la videocasetera beta come niños, las escribiré después, cuando me des más detalles o atiendan mi solicitud en el Ifai.


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