.Era Orozco.
El nombre que nos faltó estuvo esperando semanas, para ser recordado. Apareció abruptamente: Orozco. Tan abruptamente como tú respirándome los ojos, resguardando mis labios necios de besarte desde hace días. Y me acobardé, cuando bastaría tu sombra para secar el por qué de éstas lágrimas, agrias por añejas. Te siento venir de la irrealidad, de mis sueños, te veo nacer del personaje que me enamoró en alguna novela que extrañamente hoy, es mía.
Sí, quiero besarte, a ti, no importa el nombre cuando te has metido en mis ojos. Quiero besarte en silencio, dejar las multiplicaciones para después, sin azucareras, destapa corchos, pinceles, clips o ventanas encendidas. Vienes armado con vasos que ocultan tormentas y yo, quiero crecer bajo tu tormenta, mojándome toda, sin secarme nunca más.
Y aunque nada es tanto como parece, lo es.
Y el miedo de saberse vulnerable, humana, acorazonada. Fue fulmimante, fue sencillo dejar que vuestra imagen ofuscara mi pensamiento. Pájaro de Castilla. Es fácil que fuera un beso y nada más, pero como bien sabes me complico, niego que era nada y nada más.
Temo de mí, de tantas palabras.
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