Mounstruo, yo me enamoré de uno, al menos eso dicen todos, y mi sonrisa no ha hallado ojos gitanos más profundos y pispiretos. Sí es un mounstruo violento y renegón, terco, un esperanzado luchón que cena tres veces si le alcanza el tiempo.
Y lo amo, te amo mostro, mostro de hombros blancos, te quiero porque no me ves como una princesa, una debilucha que espera ser rescatada de su enorme castillo de cera tibia. Y sí, le he de amar, le he de querer rumbeando en las hojas de mi calendario.
Los mostros no existen amor, y si llegasen a ser pediría uno como tú, uno que me haga el amor y no se coma a los demás como hacen las personas normales.