domingo, octubre 26, 2008

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Marqué el número y colgué antes del primer timbre. El nervio de sólo escuchar el bi ip y saber que alguien en otro sitio se dirige hacia el teléfono me tensa: se atiende de manera inmediata el llamado, con el yo contesto en la boca, la familia entera se enfrasca en una carrera por levantar el auricular. Y así con todo sólo escuchas bi ip. Y crees que pudiera ser ella quien levante el teléfono, o su madre. Si es su madre tendré que pensar un nombre, saludar, preguntar su día o hablar del clima, pero y si fuera su padre, no él no esta. Pero imagina cuántas personas no están la mitad de su vida corriendo hacia el teléfono o bebiendo ese desca- fé aguado, fumando tabacos light, corriendo, mirando el móvil, o azotándote la cruda para venderte una tarjeta de crédito. Como si mi hambre fuese la que no se alimenta de las letras, y tuviera monedas o billetes o cheques. Y esa mañana de nuevo el timbre y la tarjeta. Y recuerdo que no cuidé mis labios de tu dolor que me incita a apilar versos en tu piel roída, ojos brillantes y sonrisa chueca. No, no me cuidé de lo que otros en su ignorancia llaman enfermedad; al menos no esa vez que estuvimos juntas. Ella era en mí, yo en ella: por eso la sentí tan cerca con la sal, los borbotones gruesos de su cuerpo, su fluidez por mis dedos, mis labios, mi nariz en su olor dulce mojándome de la quijada hasta el cuello. Y yo pensé que era amor o igual carne, en la simetría perfecta me supiste. Y tanta rabia me dio ese escandaloso timbre chillón, interrumpiendo mi contemplación de niña hacia ti, pero pensar que si marco otra vez y cuelgo puede ser ella. Cuando usas teléfono es como si hablaras directo al oído, colocándote exactamente justo en sus fibras sensibles, un poco inclinado y con el tono de voz perfecto. Marcaré. Podría ser que ella me conteste, o mejor aguardo y puede que llame.

sábado, octubre 25, 2008

Conmiseración

Mi cuerpo piadoso se vio tentado ante sus caricias
no hubo más opción hermanos míos
seamos caritativos con el alma necesitada.


El más galante, cortés, sensible, y perverso hombre que yo he tenido vino oportunamente a darme consuelo. Mientras nos tumbamos en el sillón recita inverosímiles moralidades, sus bellos desfiguros no permiten pensamiento que ose desacatar sus des-ordenes. Mira mi cuello, lo retuerce con alegría maligna, ¡qué locura, qué delicia de pecado!, lo sostiene con la mano entera al tiempo que suelta el bastón y levanta mi vestido, me llama Lucrecia, me muerde, y su mano recorre sagazmente mi entrepierna, sube fuerte y sin soltar mi cuello respira agitado, Lucrecia ¿quieres jugar conmigo?, me invita a simular que tengo doce años y él una caja entera de galletas. Jugamos, juega y pierde a Lucrecia, la pierdo a mitad de un respiro preorgásmico.

jueves, octubre 23, 2008

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Apenas es lunes y ya estoy pensando en una razón para no amarle. El olor a pino me llama hacia la ventana, donde puedo observar el reflejo de él en la cama. Duerme de lado con la mejilla enrojecida y parece que no despertará en un buen rato. Mujer, ¿cuántas ocasiones he escuchado esa palabra? Recuerdo una vez donde alguien enterraba sus dientes en mi cuello con un respeto tan profundo, que lo tuve desde los dedos hasta el último suspiro de cansancio que, en medio de una agria melodía con voz de violonchelo, le quitó la vida. Y lo siento como si existiese una fotografía que confirmara no era su cadáver. El cielo se nubla, miro la calle y huelo los pinos, siento necesitar más de un cigarro que me ayude a guardarlo de una vez por todas en su cajón.

miércoles, octubre 22, 2008

Voy a salir a pintar pájaros en las cercas, pájaros que vuelen tan lejos que ni siquiera podamos percibir que están.
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Con las desmemorias se endulzan los recuerdos. Lo peligroso de no retener a cabalidad es que se enaltecen figuras, rostros, emociones y momentos. Por eso ella finge que él era tal y como lo recuerda, para hacerlo más perfecto.
.Ojalá fuera el azar.


Me dijo que la suerte escapaba por debajo de su saco en formas de miles de insectos regordetes, era como si un enorme silbido brotara de pronto del pecho y rasgara los antebrazos con una fuerte ventisca; sacude la mente, deja los pies flotando, mirada perdida, ojos azorados y cansados. Un lunes. La suerte se me fue un lunes de otoño, murmuraba con la mano estirada en señal de pedir dinero. Y lo veían sin prestar atención. Sin darse cuenta de que era un hombre con saco curtido, mirada de quien la tuvo y finalmente reconoció que la perdió.

lunes, octubre 20, 2008

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Acaricia suave sin dejar de mirarme como cuando estamos solos. Te veo rodeado y me siento rodeada de cuerpos que como moscas deben ser espantadas. En tu nombre me quito los deseos momentáneos, roces, necesidades. Me dejo ir completa sobre este papel que sólo se lee en nuestra soledad, compañía y esperanza.

Sólo te quiero para mí, aunque suene a romance va más allá de cualquier historia normal. Lo sabes en pasado y presente, sé que lo has imaginado en el futuro. Si tuviese que elegir entre mi alrededor, y lo hago, me refiero a si pudiese elegir enteramente libre: Te elegiría porque llevo nuevas galaxias en el vientre, esperanza en los senos, temblor en las rodillas. Pasión por sentir lo que no se ve ni se conoce del todo. Elijo estar para poder compartir lo que siento, y ojalá lo logre, como quise desde que con los ojos vendados sentí tu confianza al caminar, desde que sentí tu cariño tapándome la nariz y conduciéndome al frente: lejos de las explosiones, abrazado a mí, abrazada a ti, para vernos llorar.
Te amo.

viernes, octubre 17, 2008

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Sin hombres y sin gatos. La idea no parecía tan descabellada con el primer parpadeo de la mañana, con los labios enrojecidos y suaves, las mejillas aún tibias. La vida viene a formarse de más: novelas de suspenso, un buen queso, infomerciales, sonidos de puertas, pasos, viento, fuego; caminatas largas, oraciones, silencio, insectos, charcos, aves, frío, manos de tinta y hojas de papel. La mujer emerge de mi columna vertebral, entera me contoneo hacia delante y detrás: un estremecimiento. Levanto el brazo derecho y se dobla haciendo una ligera caricia al viento. Mirar arriba mientras se aspira el dulce sentir de un respiro, es el inicio de una evocación que pretende liberar al hombre de sus virtudes. Olió el aire fresco de la mañana y sin abrir los ojos pudo mirar la lluvia de afuera, los zapatos salpicando pequeñas hormigas que cargan o arrastran hojas, piedras y basurillas en las banquetas, la tierra del viejo camino a casa, los adobes húmedos, las nubes espesas esponjan el cielo. En el balcón: la maceta. La gota se desprende lentamente del tejado, resuena al chocar con el barro y suelta un relajador sonido. Los pies fríos bajo las sábanas blancas salen, sientes el calor del tapete, la madera; las manos se dirigen hacia el tocador y toman un vaso de cristal con agua. De nuevo los pies en la madera, la cerámica y el agua que sale e inunda con vapor el cuarto. La cabeza mojada y el agua por los hombros, la boca, los párpados; los pies ya no están fríos.
El olor de canela apresuró mi cuerpo a la cocina, tomé la bata y sentí el aroma en mi nariz, garganta, estómago; tomé la taza y bebí el café con olor seco y dulce. Afuera un ave canta, pareciera que los pulmones abarcan la totalidad de su pequeño cuerpo rojo, al aspirar se infla desmesuradamente; su canto toma su cuerpo y el aire que en él estaba. Ave de un color y mil tonalidades, despréndete y dile al gato que vuelva a casa.

jueves, octubre 09, 2008

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Vísteme como una muñeca y quítame los andrajos con tu disposición de amar. Calla las voces con un cantíco que sólo puedan percibir mis oídos; mis oídos habidos de tu lengua, que se ha hecho vírgen con el paso de horas fundidas en días de ausencia. Llámame con el pensamiento y haz de mí cuánto permita mi existir, sin que deje la esencia que amamos; y písame fuerte un pie para que salte de nuevo, para que alcance esa boca que siendo tan alto llevas puesta muy arriba. Amame como yo te he amado sin recelos, hasta hoy permaneces intacto en el cosmos de mi esperanza. Te dedico la fe que me queda en ojos tristes y sonrisa eterna.

viernes, octubre 03, 2008

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Cerré la habitación con llave para que no me vieran llorar. Ellos están aquí en la casa, duermen en el cuarto de enseguida, en el sillón, en la sala. Semanas de casa vacía, silencio y polvo, quedaron atrás para volver el domingo, cuando se marchen. Me gusta olerlos, escuchar que guisan un huevo en la cocina y que a veces gritan o se besan. Me dan paz que si bien se acaba con las horas, es en ocasiones preferible a la soledad que susurra locuras, tristezas, y sueños que terminan por seducirme y me obligan a tomar un bus a otra ciudad o lo más lejos posible de todo lo ya conocido... Y sí cerré la puerta, giré la manija lentamente para no hacer ruido y que no se percataran del broche que les impidió verme llorar. Lloré por él y no sé si lo merezca, ni él ni yo, lloré. Lloro. Me duele. Aún cuando todos ellos están aquí y deseo abrazarlos en un tiempo indefinido, (marchan el domingo), lo quiero a él. y me hace falta. me pregunto si yo aún le haré falta, o al menos si seré apetecible como compañía.