jueves, julio 31, 2008

Entre Populismo y Barritas de higo.



Los conformes se pasan la vida aplaudiendo a dioses políticos y bendiciendo dioses celestiales que no existen. Se gastan millones en bancas y pintura nueva para los parques, los conformes aplauden y no miran que los que tienen hambre no comen el cemento del nuevo puente, el pasto en rollo del camellón, las palmeras que suplantaron a los huizaches, y tampoco el bronce de las tres nuevas estatuas.

El museo tampoco llenará la barriga de los flacos, de los que viven del mínimo del salario mínimo, los que ves cruzar la calle Libertad con una maruchan, una coca cola, un cigarro suelto y si tienen suerte, un esniquer con almendras o un milqui wey.

Los conformes reclaman, piden que se haga aquello-esto-lo otro, piden que se cambie, remodele, aumente, mejore, apoye, construya “obstruya”, erradique ¡y a veces hasta eduque!

Y mientras complacen con armas, partidismos, guerras, desalojos, robos y apariencias, los complacidos y los complacientes (que son los mismos), siguen aplaudiendo y rezando con devoción la vieja fórmula de recibir promesas a cambio de voluntades.

Si el gobierno se ofreciera a concederme un deseo no pediría la paz, que erradiquen el narco, bajen los precios de las escuelas, apoyen al campo, defiendan con razón humana, desaparezcan, que me hagan funcionaria pública, paguen mi aborto, apoyen mi relación lésbica, me permitan adoptar un niño…

No. No sería nada de eso, esas son utopías. Yo pediría que Barritas (la marca de galletas) volviera a tener su presentación con relleno de higo. Hay cosas que la voluntad no puede cambiar, pero para todas las demás existe la política del populismo.

viernes, julio 25, 2008

Venid a mí.


Nos une un deseo común
el de la existencia individual.
...
No podía haberme sentido más incitada para conducirme de la manera más natural: lasciva y enardecida. Ese fondo rencor que en ocasiones me habla y con quien por ciento me gusta tanto hablar, también está desarrollado en mí como parte de mi espíritu. Siento como ilumina mi cerebro y vuelve los recuerdos vanos en imágenes lógicas que me dicen quién soy en verdad.

Tomaré cualquier reconfortante para las múltiples violaciones que me han hecho, e incluso aquellas donde llegué a cooperar. Estaré dispuesta a volver a parir todo lo que permití que se llevarán de mí cuando aún estaba en flor, cuando era una hierba por excelencia que prometía crecer dentro del mejor clima.

Embriagaré tu afecto y lo convertiré en necesidad. Tendrás un cáliz con el vino de consagrar que corre por mis venas, y si en alguna noche de invierno vuelves a cantar otra vez, sentirás mi presencia, una onda calándote a gritos diciéndote que yo ya partí.

La felicidad contenida en ti será una procesión con cuernos y trompetas, donde la gente baile con la vejiga inflamada dentro de una red húmeda, una cadena los hará rechazar el desorden, comprando quizá humos azulados, llamas, cuerpos. Todo arderá durante un instante, antes de que te inclines para reconocer tu espejo.

Y no te maldigo, sería sencillo. Te denomino: AMOR.

lunes, julio 21, 2008

...


Me gusta tener el clóset abierto,

si a los mounstruos les asusta

que ellos cierren las puertas.

miércoles, julio 09, 2008

Silence.



¡Cállate!
hasta que tengas
algo
que decir.

Cuando confío hablo. Dejo que todo fluya como si no necesitara de comas, puntos y signos de admiración. Ajusto la voz a los personajes de mi charla y rio sin parar. Ultimamente no. Hablo para mí, río para mí y Luis y mi gato. Afuera todo parece estar filtrado, como si estuvieran vetados temas que no se relacionen con fotografía y marcas, ¡hasta cómo ilumina la luz al maldito excusado es tema de debate! No quiero saber si compraron una nueva bolsa y siguen con los mismos calzones rohídos, si se cogieron al vecino a mitad de una película francesa, si descifraron un existencialismo con toda la poesía heredada de Borges y un porro. No quiero saber su nuevo proyecto cumbre en el arte, el análisis casi etimológico del último disco hecho con sonidos de mierda en la lluvia. No quiero escuchar. Estoy cansada.

domingo, julio 06, 2008

...
Escapar, no dejar de correr y de estar. El afán de huir la persigue desde los trece cuando se vio forzada a dejar de existir en su realidad, en su pueblito bicicletero. La razón: una inesperada mudanza, un montón de cajas donde pretendió echar todo lo que necesitaba para seguir su vida normal en otro lugar.

Con el tiempo, creyó haberlo superado, como quien se cae de la bicicleta o se ve en el piso con las rodillas raspadas a mitad de un recreo. Sin embargo, aún creyéndolo, no está lo suficientemente convencida como para vivirlo ante sí misma.

Escapar se ha vuelto parte de su naturaleza: corta amistades con exagerados pretextos, abandona los trabajos a mitad de cualquier mañana sin siquiera renunciar, y desaparece sin aviso, sin suficiente lógica. Con el amor, también lo hace, se envuelve en paranoias para convertir su sentimiento en odio, en pura incomprensión.

Y se destruye, crea complots para poder huir y escapar con ese amargo sabor de tristeza y melancolía, deja lo querido para sentirse arrancada, despojada y débil, como aquélla vez.

Quizá no lo he superado, se da en ocasiones el permiso de pensar. Quizá no. Se repite al tiempo que lagrimea y abandona la escuela, la familia y un perfecto amor. Quizá, dice. Pero no puedo quedarme, suspira. Y toma su maleta, una vez más marcha con la nostalgia en el presente y la esperanza de una nueva e inminente huida.

sábado, julio 05, 2008

Quiero tu lado derecho y tu lado izquierdo para vivir. Cuando no te esté mirando, quiero hablarte y escucharte de costado, sentir que tu sombra camina detrás de nosotros junto a la mía, siguiéndonos el ritmo con el sol.

Te deseo de frente y te miro eternamente virando entre mi izquierda y mi derecha. Como hasta hoy, quédate aquí sentado junto a mí, deja que me pare, salte, corra, grite, llore, sonría, y cuando no te esté besando acompáñame de lado, para no perdernos nunca en el camino.

miércoles, julio 02, 2008

El Hombrecito.



Se cree muy hombrecito. Cuando toma una naranja del árbol frunce el ceño y se sienta en la banqueta a quitarle la cáscara con las piernas abiertas y los hombros inclinados hacia delante.

Finge no mirar a los demás niños, y que no le importa llegar a dominar la bicicleta sin llantitas. Los grandes leen comics, descubren cómo atemorizar a las niñas y cargan una palomita en la bolsa del pantalón.

Esos niños, susurra desenfadadamente mientras piensa si guardó el bote de crema de afeitar, que usó para simular una guerra de nieve entre las tortugas ninja y el unicornio de peluche de su hermana.

Él es un hombrecito. Mira con ojos maduros de hombre indiferente, igual que su padre. Pero basta un grito que en forma de salto le vuelve la niñez y lo lleva dentro de casa: ¡Santiaaago! Grita a eso de las seis su madre.