Su departamento en el tercer piso, siempre, máquina de escribir, siempre, comida a domicilio, siempre. Sin salir sabía, siempre, lo sucedido afuera e incluso trabajaba, siempre, enviando manuscritos con sólo dejarlos en la puerta.
Pero esa mañana sonó la alarma de incendios, los evacuaron y así de pronto, frente a las hormiguitas que veía pasar, siempre, se supo un enano.
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