Te veo venir con las manos preñadas y un listón sujetándote los ojos hacia atrás: achinados. Vestida de pájaro azul, nada más, me decido por la estrategia del equilibrio electrolítico, como la primera vez, en tiempo de lluvias constantes.
Te acercas a mi isla invadida y justo en el hueco de mi pecho colocas una flor polarizada. No, no estoy rota, es por el aire, y ríes con los ojos locos que tanto me gustan.
Anfibio, llegaste a bordo de un ojo fatigado.
Nuestros pies se desnudan mientras el zumo de las paredes escapa en forma de grito por la chimenea.
Es verde
el refugio de los hambrientos.
el refugio de los hambrientos.
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