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Se dedicó a seguirle las letras, eran como habichuelas repletas de color (provenientes de su ensimismamiento). Ensimismada como una planta carnívora, se dedicaba a escribir sobre el roído calendario, lienzos, paredes, hojas sueltas. Pero no podía nunca alcanzarlo. Por más que lo persiguiera tras los libros, los post, las fechas, los mails, la lumbre de las velas que nunca nos dejaron leer, estaba llena; congestionada en siglos que más tarde, revelarían el misterio de los escritores, y quiso ser como ellos.
Porque estaba forrada con ese ánimo serio y formal (terrones ilimitados de anuncios clasificados que se tiraban a las tazas de café). Tenía muñones, ojos, lengua, sexo; todo envuelto en páginas de periódico. Le faltaba el ánimo lentejuelero, carnavalesco y solitario (mentira, ese también lo tenía).
Se dio cuenta cuando empezó a poner números a las ideas, a confundir las comas y los acentos, como él.
Aunque quizá jamás se diera cuenta, cuando el rostro siempre es distinto.
Cabeza dividida y sin memoria. Estamos solos, poniéndole letras a la imagen, a la sensación, al desvarío. Estamos solos, poniéndole abecedarios a la naturalezalfabeta, a nuestra vida.
Porque estaba forrada con ese ánimo serio y formal (terrones ilimitados de anuncios clasificados que se tiraban a las tazas de café). Tenía muñones, ojos, lengua, sexo; todo envuelto en páginas de periódico. Le faltaba el ánimo lentejuelero, carnavalesco y solitario (mentira, ese también lo tenía).
Se dio cuenta cuando empezó a poner números a las ideas, a confundir las comas y los acentos, como él.
Aunque quizá jamás se diera cuenta, cuando el rostro siempre es distinto.
Cabeza dividida y sin memoria. Estamos solos, poniéndole letras a la imagen, a la sensación, al desvarío. Estamos solos, poniéndole abecedarios a la naturalezalfabeta, a nuestra vida.