Llevo una tristeza de muerte en el alma
Jesucristo
Pensaba mole y arroz para el aniversario de la niña, queso, ate de membrillo, manteles bordados con tonos naranjas. Pensaba tener tres mujeres que fueran dándole a las tortillas mientras los invitados comían entre vasos de horchata, tequila y brandy. Pensaba chilaquiles picosos al amanecer. Pensaba y ya veía a Doña Chefina alabando mi atención, agitando su abanico sobre esos dos enormes pechos que parecen saltarle del escote negro, guarda luto desde hace veinte años, en el vestido pues, todos saben de sus buenas cogederas con el carnicero de la Reforma y Quinta. Pensaba usar mi vestido azul rey, el cabello recogido en chongo y medias negras. Pensaba festejar en el rancho Las Gaviotas, decirle a Chepa del postre, capirotada con coco, nuez, pasas, chispas de colores y un poquito de miel. Pensaba desempolvar la talavera de mi madre o los platones de barro, aún con la visita segura de Don Eustacio, viejo mañoso, cada fiesta se lleva nomás un recuerdito niña Julieta, muy despechadito se guarda un salero un cenicero o un servilletero, amante de lo ajeno viejo cabrón, jamás se inmuta, la última vez se llevó el retrato de papel maché que hizo Raulito en la escuela y cuando fui a su casa me pidió sin la más mínima inhibición que consiguiera la parejita para tener a sus dos hijos, que en paz descansen, envueltos entre colores alegres. Pensaba a mi marido vestido con la camisa colorada, inflando globos y chismes al lado del compadre José, el año pasado Andrés se nos puso morado con la primera bolsa de veinte y Chayito pasó la tarde chillando nomás de pensar que se le pudo haber ido tan joven. Ah pero ni hablar de Nacho, ese sí es rete bueno pa´ soplar y soplar, hasta parece que está haciendo chamacos, tan bonitos, María, Evangelina, Jorgito, Regino, Pascual, Xochitl y los cuatitos. Pensaba en ellos, en el aniversario de tres años de la niña, pensaba en Renato cantándome de cerquita alguna de Agustín Lara con esos ojos de borrego enamorado que me seducen len ti ti to y luego pensaba otra vez en los niños, corriendo con algún pajarillo entre las manos, persiguiendo al perro, con rodillas raspadas, pensaba, sentía el calor del rancho entrándome por la nariz, llenándome los abrazos que me faltaron de mi madre. Olor a hierba, música de viento, pensaba mis pies sobre la tierra prieta y pude imaginar clarito un huisache enorme que se alza como quien sabe está dentro de su territorio, a lo lejos la presa llena y pensaba pensaba, pero la verdad es que al oír el último llamado para abordar el camión directo a Cholula dejé de pensar, se me fueron el alboroto y el festejo en un suspiro. Cuando sólo quedan pensares no queda más que correr hacia lo real, dar rumbo a lo más lejos posible donde sólo existan nuevas tristezas y sonrisas de todas, donde no haya ni vergüenzas ni más pinches llantos ni decepciones ni muertos ni él, ni días largos donde uno se la pasa pensando puras realidades que no existen.
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