domingo, agosto 31, 2008
miércoles, agosto 20, 2008
Del gato a la zeta
El gato dejó de lamerse bajo el techo de lámina cuando la vio salir con su vestido de siempre y sus tenis viejos. La niña alérgica a los calcetines se dirige a la escuela. La niña… la mujer de veinte con cuerpo de infante, sonrisa burlona y mente perspicaz. Un azul brilla con el sol, el pelaje del gato se ilumina mientras sale del tejaban, se estira, maulla, vuelve a maullar mientras se echa al concreto para seguirla con la mirada.
Si fuera por ella permanecería siempre bajo la protección que brinda tener la figura de una niña, no hay que pedir perdón ni coquetear, el infantilismo es virtud para quien desea pasar desapercibida y ser consentida por los mayores y los de su edad.
El gato retuerce su cuello y la sigue, bajo el brazo (ella) lleva un libro de hojas viejas y letras sueltas que caen de una en una, algunas permanecen inertes sobre el pavimento, otras flotan con el aire ligero y se enmarañan en sus cabellos negros.
Las a´s inundan el patio, mientras la cú y la efe se enredan entre sus pies. Ese, equis, te, ere, che, jota, ele… con delicadeza se quita una eme de los ojos, y vuelve a ver al gato que lame una zeta y avisa el final de este relato.
El gato dejó de lamerse bajo el techo de lámina cuando la vio salir con su vestido de siempre y sus tenis viejos. La niña alérgica a los calcetines se dirige a la escuela. La niña… la mujer de veinte con cuerpo de infante, sonrisa burlona y mente perspicaz. Un azul brilla con el sol, el pelaje del gato se ilumina mientras sale del tejaban, se estira, maulla, vuelve a maullar mientras se echa al concreto para seguirla con la mirada.
Si fuera por ella permanecería siempre bajo la protección que brinda tener la figura de una niña, no hay que pedir perdón ni coquetear, el infantilismo es virtud para quien desea pasar desapercibida y ser consentida por los mayores y los de su edad.
El gato retuerce su cuello y la sigue, bajo el brazo (ella) lleva un libro de hojas viejas y letras sueltas que caen de una en una, algunas permanecen inertes sobre el pavimento, otras flotan con el aire ligero y se enmarañan en sus cabellos negros.
Las a´s inundan el patio, mientras la cú y la efe se enredan entre sus pies. Ese, equis, te, ere, che, jota, ele… con delicadeza se quita una eme de los ojos, y vuelve a ver al gato que lame una zeta y avisa el final de este relato.
lunes, agosto 18, 2008
Los hombres y los cigarros.
Subió las escaleras de dos en dos, se detuvo frente a la puerta del departamento y sacó la llave entre un jadeo que le supo a los cigarros del mes. Debo dejar de fumar un poco, o cambiar mi vicio por otro menos desgastante que me deje respirar.
Al día siguiente se levantó, lo miró (a él) y mientras encendía un cigarrillo marchó echando humaredas.
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