.déjà vu.
abarrotes
Se vistió, se enjuagó la boca, y limpió sus dientes frotándolos fuerte con el dedo índice. Eran las diez y el mercado abre desde las ocho, ya era tarde, así que tomó la bolsa de red naranja que fuese de su madre quince años atrás, y subió de prisa a la ruta. Bajó y se dejó llevar por el puesto que parecía brillar entre tanta cartulina fluorescente: ¡OFER TT TA!!! alcanzó a leer. Sacudió su falda y con una sonrisa avivada por los descuentos, entró a la tienda déjà vu.
Unos cincuenta años eran los que le colgaban de la cara a la señora del mostrador. La alacena detrás de ella estaba repleta de frascos y cajas etiquetadas con la marca del establecimiento. Llevó cinco paquetes naranjas, dos envases azules, y le alcanzó para una pastilla chiclet´s. Pagó cincuenta centavos y una agradecida sonrisa.
Ya en casa, comenzó a desempacar lo que logró completar con su flacucho sueldo y cocinó; sirvió estratégicamente en tres platos, pero cuando llegaron los niños y terminaron la cena se dijeron más hambrientos.
Enojada comenzó a escarbar entre las latas, cajas y frascos; leyó cada producto: desempleo, salario mínimo, infonavit, educación, pobreza, sindicatos, IVA…
Volvió a la tienda dos semanas después. Compró otro chiclet´s y tomó diez latas más diferentes a las anteriores: reforma energética, subsidios, tratado de libre comercio… Y al llegar a casa pensó: déjà vu, que extraña marca, mientras veía a sus hijos comer.
abarrotes
Se vistió, se enjuagó la boca, y limpió sus dientes frotándolos fuerte con el dedo índice. Eran las diez y el mercado abre desde las ocho, ya era tarde, así que tomó la bolsa de red naranja que fuese de su madre quince años atrás, y subió de prisa a la ruta. Bajó y se dejó llevar por el puesto que parecía brillar entre tanta cartulina fluorescente: ¡OFER TT TA!!! alcanzó a leer. Sacudió su falda y con una sonrisa avivada por los descuentos, entró a la tienda déjà vu.
Unos cincuenta años eran los que le colgaban de la cara a la señora del mostrador. La alacena detrás de ella estaba repleta de frascos y cajas etiquetadas con la marca del establecimiento. Llevó cinco paquetes naranjas, dos envases azules, y le alcanzó para una pastilla chiclet´s. Pagó cincuenta centavos y una agradecida sonrisa.
Ya en casa, comenzó a desempacar lo que logró completar con su flacucho sueldo y cocinó; sirvió estratégicamente en tres platos, pero cuando llegaron los niños y terminaron la cena se dijeron más hambrientos.
Enojada comenzó a escarbar entre las latas, cajas y frascos; leyó cada producto: desempleo, salario mínimo, infonavit, educación, pobreza, sindicatos, IVA…
Volvió a la tienda dos semanas después. Compró otro chiclet´s y tomó diez latas más diferentes a las anteriores: reforma energética, subsidios, tratado de libre comercio… Y al llegar a casa pensó: déjà vu, que extraña marca, mientras veía a sus hijos comer.
1 comentario:
:)
Beso.
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