viernes, julio 25, 2014

Jardines




 
 
Si tomas el camioncito que viaja por la línea naranja, llegas al Jardín de esculturas. Se parece un poquito al castillo de Edward James en Xilitla. Una sensación de irrealidad te  despierta. En la entrada hay un niño montando a caballo. El conejo Flanagan toca el tambor, dicen que para espantar a los moscos.  The walking man  ha perdido la cabeza. Hay mujeres sentadas, mujeres recostadas, mujeres hablando con hombres estatua. Ellas al igual que sus compañeros, llevan los gestos y los tonos en bronce frío pero se perciben contentas de estar al sol.  Entre las flores crece el Árbol de deseos. Los visitantes cuelgan en tarjetitas sus peticiones. Van escritas en diferentes idiomas. Piden paz en el mundo. "I want a horse" escribió un niño o niña. Sexo. Comida y sexo. Volver a ver a la familia. Que las mujeres sean tratadas como personas. Ser feliz. Que el nuevo bebé sea niño. Ser realmente feliz. Ir de vacaciones. Salud.  Por la vereda central se escucha una voz. delicada. Canta. Está arriba y abajo. Susurra por tu espalda junto al oído pero cuando volteas  animado a conocer su rostro, el eco se ha esparcido. Ella es el viento mismo, musicalizado. De ratos vuelve entre los arbustos, donde flota mi abrigo. Balzac. Espirales. Alguien ha cortado en finas rebanadas a Eros.  
 
 
 

 
 


 

 

 


 
 

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