lunes, agosto 31, 2009

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Va acompasado. Caracol vestido en lentejuelas dice Hi, cruza el paso peatonal y se apea sobre la esquina. Y así como se va de un segundo a otro, del pie derecho al izquierdo cuando se camina, te pienso, el caracol instala una mesa, me habitas como globo en el pecho, el caracol se desnuda de su mochila/caparazón, saca tres pausadores de estornudo, contraigo los nervios más no el brillo de mis ojos, eres alta dosis de desvelo. Me encontré perdiéndome sin que lo notaras, desarmada por la primera persona -yo- que se empeña en dejarme sobresaltar más por ti, que por el caracol de 1.20 metros. Lo vi en el Parque Vallina vendiendo sus artefactos y ofreciendo al dos por uno los agitadores de moscas. Y sí, vestía chaleco en lentejuelas, traía lentes rectangulares como tú; tú usas lentes, yo te aumento, me gustas con ellos o sin ellos, sin evaluaciones de conveniencia.  El enamoramiento, si fuese la palabra correcta, se admite en presente, no se deja menoscabar por pasado o futuro cuando fulmina de repente, ráfaga de viento en nube, soy menguante en el arte de besar los labios ¡y te jodes!  me jodo... Entro a la tienda de máscaras para escoger el rostro bizco con ojos aborregados de tanto suspirar, otra vez, y hasta le compro al caracol un controlador de nubes para regalártelo. Y puedo engañarme en raciocinios, pero al final mi corazón sigue latiendo al mismo ritmo: en chinga. El amor hacia otro hace ruido en lo propio, silencio en el otro, hasta que la valentía te conduce a confesar o la dislexia te delata.


Y en otros cauces...

1) Ofrezco recompensa a quien halle La Puerta y La Esposa del Carnicero (Cortometrajes)

2) La ocupación me trae desocupada de mí

3)  Y vimos al camarada Pavel tirando protesta en foto de periódico local:


domingo, agosto 30, 2009

Pesadilla I


He desafinado el día entero incluso antes de despertar. El sueño fue pesadilla donde me vi dormida, como hago tantas veces, en la sala. Me despertaba el galope de un caballo recorriendo los alrededores de la casa, apenas divisaba su sombra de donde surgían ondulaciones que, supongo, correspondían al espeso pelaje. Abrí la ventana para admirarlo sin vidrios intermediarios y el animal acomodó su cabeza entre las rejas. Lo acaricié. A tiempo contacto fue deformándose, mudando la piel negra por costras y uñas que herían y nacían de su cuerpo. Mis manos saltaron asustadas y aún no poseía conciencia entera del miedo que había de embriagarme, cuando la bestia ya se hallaba derrumbada dentro de la sala, sangraba, ocupando entera mi imaginación.


Asustada corrí al cuarto, fui hacia la bolsa de mano que ocupo a diario buscando un “no sé qué”, quizá algún instrumento bélico o religioso que me protegiese, y al introducirme, al bolsillo, cuán estupefacta me quedé: había pelaje oscuro, carnes purulentas llenando el espacio, el pelo se enredó entre mis dedos causándome comezón y náuseas mientras una rata chillante que, también allí habitaba, me mordía desesperada, como si tuviera años encerrada sin probar alimento. Yo, pensando que debía sacarme no lo hice.


Cuando reaccioné estaba mutilada, regresé a la sala en un solo paso y el caballo era ya cueva de moscas, gusanos y garrapatas gigantes. Escuché llantos y el vidrio de la puerta principal lucía recortado por una silueta con formas animalescas, gemía en dos patas. Salí y la invité a entrar de un jalón, adentro la abracé y fue convirtiéndose en mujer. Justo allí desperté a grito. Estaba en la sala, recostada, con una fuerte sensación de ausencia.


*La del archipiélago asesino y la videocasetera beta come niños, las escribiré después, cuando me des más detalles o atiendan mi solicitud en el Ifai.


lunes, agosto 24, 2009

Y buscó

hasta hallar un fondo más reconfortable

sábado, agosto 15, 2009

Mi atractiva, magnánima, perfecta. ¡A tu lado es infinita la veta del placer! Te veo entintada penetrando el papel, y soy casi dichosa.



El pedido debió llegar hace días: seis diseños exclusivos de Mont Blanc que armonizarán con mis atuendos de la próxima semana. Plumas, sí, plumas bañadas en oro, metales blancos, piedras preciosas, tinta lo bastante espesa para perdurar y tan ligera, que no agotará mi mano deslizándose entre autógrafos y bouchers.


Le dije a Van que desconfiáramos de Mont Blanc. Su último diseñador posee pésimo conocimiento sobre encaje de color en texturas. El mes pasado devolví las plumas porque tenían puntas inadecuadas. Es menester mantener mi letra ilesa, perfecta, años de caligrafía no se echan por la ineptitud de un pelafustán. Allí viene Van. ¡Cariño estoy en la sala!


-Querida, malas noticias. Mont Blanc se retrasará diez horas más.


-¡Lo que me faltaba! Si saben que nuestro crucero parte mañana y tengo una cena despedida con el Barón Mousé.


-No está en mis manos y nos recompensarán. Debo salir, no bebas demasiado, te amo.


¡Nos recompensarán! ¡Nos recompensarán! Si ya es recompensa que me permita coger sus tinteros y fuentes para trabajar y salir. Aún recuerdo la primera que tuve. Recibí el regalo de parte del Barón Mousé, desde entonces nos queríamos y fue quien llegó a casa con mi primera obra impresa. Sentí palpitarme el alma sólo de ver dos anhelos juntos, uno en manos de otro. Se abalanzó hasta la sala, me besó, me felicitó, y entonces allí, justo en ese instante, apareció la primera, la verdadera pluma bañada en 18 quilates de oro y mil 210 cortes de diamante. ¿Me dedicarías éste ejemplar? Preguntó. Yo sin pensarlo tomé aquel instrumento como se haría con la criatura más delicada y comencé a exprimir su tinta a lo largo de la hoja. Con amor para Mousé, su siempre querida Jan Pakstó.


De allí solté fervor por las plumas, el utensilio máximo de mi trabajo era también yo. Debía hacerme segunda, como el guardarropa, perfume, peinado; el brillo u opacidad de ésta sonrisa. Compré cinco, veinte, hasta que terminé destinando el que sería cuarto para mi nunca concebido hijo, como albergue para mis verdaderas hijas. Son ellas quienes heredan este pensamiento, quienes quebrantan, ironizan mis costumbres, quienes con un intempestivo movimiento son capaces de oscurecer las palabras que he escrito a lo largo del día. Peregrinas mías, viajeras mías, confidentes, sólo frente a ellas me atrevo a soltar verdades y vicios sin vacilar. En alguna ocasión, una mujer me interceptó en el vestíbulo del Hotel Roma. Llegó casi arrastrándose y cuán enorme sorpresa fue entrever por el abrigo que sacaba mi segundo libro, el que dicen, está agotado cada tres meses. Señorita, Señorita, gritoneó jalándome la seda del corsé. ¿Sería tan amable? Y entonces que alza una irreverente pluma BIC, ¡de tinta azul! Sentí comprimirse mis pulmones, me faltaba aire, ¡una BIC! y encima azul, cuándo se ha visto alguna impresión en tan nefasto tono, ¡era aberrante imaginar tal calidad de tinta envenenando mis páginas! tuve que rogarle se retirara, nadie, ni el peor de los escritores, merece tal humillación. Sería parecido dejarse llevar por editoriales fraudulentas, usar papel de obscena calidad, impresiones ilegibles. Y saber que exiten anécdotas peores, aunque claro, regocijantes encuentros también. Nunca olvidaré cuando dejaron un nombre en recepción para mí, a leguas era falso: Tintoreto Amazónico S. Me pedía concederle el honor de cenar juntos sólo por capricho y si fuera posible, al termino, podría firmarle mi último libro. No titubeé, la curiosidad me apresuró. Cuando arribé al salón,el hombre se disculpó por llevar cubierto el rostro, decía tener que ocultar su identidad por seguridad nacional. Y yo, que he conocido bastante extravagante ni pío. Al final de la cena, luego de discutir mi estilo, fue tajante, se soltó hablándome de tú y dijo que, como ya conocía a la escritora, se merecía dedicatoria completa. Haga dibujos, dijo, deje un beso con lápiz labial, vamos a pegar una pestaña tuya, una mancha de tinta de tu pluma "especial". También quiero una lágrima, puede ser sudor, nada más decís que era lágrima, y vas a perfumar la página 178. Me quedé boquiabierta, seducida por la confianza del hombre que tenía enfrente. Anda cariño, y juguemos gato antes de la palabra fin. Y saqué mi pluma, la primera, como un arma, comencé a firmar, dibujé el gato y taché la izquierda superior. Querida me susurró, te he estado esperando toda la noche con la pluma de siempre.

viernes, agosto 14, 2009

...

Ponerle alas a la conciencia

y abrigarse en nuevas plumas.




Hoy es uno de mis dos cumpleaños