Gorrión.

Tal parece que cada semana aumentan las razones para detestar los domingos. Hoy apenas me levanté y me encontré con una muy dolorosa, una que nunca olvidaré. Mi gorrión no despertó y ya no estará conmigo; al menos hasta dentro de un rato...

Aunque detesto las despedidas hubiera preferido saber que moriría a solo verle tendidito sin moverse. He llorado a moco tendido por los rincones de la casa, lo extrañaré demasiado. Recuerdo muchas anécdotas que lo hacen ser tan especial: para empezar nadie sabía que su madre lo esperaba, prematuramente apareció chille y chille en el pasto, parecía una vaquita enana y panzona… una vez lo regalaron a unos electricistas que vinieron a mi casa, yo hice un panchote ¡pero al día siguiente regresó!, nadie supo cómo pero se quedó finalmente… le encantaba comer, de manera muy extraña por cierto, se tragaba todo lo que tenía a su paso a veces sin masticarlo, era un desesperado… saltaba como rana, perfecto para el circo... pasábamos ratos acostados en la cama elástica, él era mi confidente, se quedaba todo quietecito mientras yo no paraba de hablar… la única forma de tomarle fotos era que le cantara, después de un rato ponía cara de chiple… cuando estaba pequeñito apenas veía a Bieno y se volvía loco loco lo tenía muy consentido, se le acostaba en los pies y le mordisqueaba el pantalón hasta que lo acariciara... si lo ignoraba comenzaba a ladrar muy fuerte... cuando regresó Lola se puso celoso hacía circo maroma y teatro, apenas me agachaba se me dejaba ir encima y me llenaba de lenguetazos...

Donde quiera que estés Gorrión sabes que te amo y siempre desde muy adentro seguiré gritándote por las mañanas: ¡¡aloo loquito hermoso!!

Mi siempre bello y preciado amiguito desequilibrado, nunca te olvidaré.