sábado, septiembre 22, 2012

La sandía de Cortázar



Estoy boca arriba en mi cama, abrazando una sandía. Sobre el buró está la radio de donde brota a palabras lentas la voz de Julio Cortázar. Filosofa acerca de cómo las cosas y las personas tendemos a caernos y a levantarnos. En sus palabras el deseo de encontrarnos en un estado permanente de equilibrio, se me antoja como un capricho, una necedad convertida en finalidad. La frescura de la sandía sobre mi vientre, en mis antebrazos, me distrae. La disfruto de tan cerca.  La aprieto hacia mí. Imagino que en cualquier instante puede abrirse e inundar con semillas y agua roja todo el cuarto. La compañía de Cortázar acrecienta mi comodidad, aunque le sé a leguas de distancia me reconforta.  Me reconozco en su divagar, en la nube que aspira, en el lápiz que recae de la mesa tan parecido a nosotros, como sin conciencia, como si por primera vez.

Se escuchan mensajes comerciales. Algo sobre un jabón de coco. Tras la promesa de una piel suave Julio Cortázar regresa y reincorpora su lectura. Sé que no conozco este poema. Describe la separación entre la mente y el cuerpo. La conciencia se halla intacta pero no el lenguaje, es imposible comunicarse hacia el exterior.  Sus versos  me recuerdan una sesión hipnótica, mis párpados se sienten gruesos. Quiero jugar. Escucho con atención y me entrego a sus instrucciones para quedar aislada en un estado similar al coma. 

Conforme pasan los minutos y voy renunciando al control de mi cuerpo, la idea de quedar atrapada en mi mente ya no parece tan placentera. Mis labios están sellados, el corazón lento, la respiración se reanuda en intervalos cada vez más cortos. Temo no poder despertar así que haciendo un gran esfuerzo, abro los ojos. Entorno la mirada y observo con asombro cómo de la sandía subiendo por mis muñecas, salen cientos de hormigas pequeñitas. Colonizan cada sitio de mí, cubriéndome toda. Las miro y me divierte su algarabía. Renuncio a la hipnosis por el gusto de verlas, me concentro en el tono empanizado que dan a mi piel y en las agradables cosquillas que me provocan sus diminutos pasos. 

Sueños,
con fecha 21 septiembre 2012.

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